martes, agosto 22, 2006

Sobre Nietzsche

Como recordarán, la célebre metáfora de Arquíloco sobre el erizo y la zorra: "Muchos trucos conoce la zorra, pero el erizo uno decisivo" ha sido usada de muy diversas formas, algunas con interpretaciones lejanas a la original; sin embargo muy interesantes, de ellas mi preferida es la de Steiner, quien se sirve de dicha metáfora para analizar los estilos literarios de Tolstoi y Dovstoievski, las zorras tenían múltiples habilidades, ellas, precisamente debido a dicha multiplicidad, a veces no lograban plasmar sus ideas y peor aún lograr coherencia, los erizos eran escritores con pocas ideas, a veces solo una, no obstante esa exigüidad facilitaba plasmarlas de mejor manera, o al menos coherentemente. Para Steiner, si mal no recuerdo, Tolstoi era el caso de la zorra que quiso ser erizo y Dovstoievski tal vez el erizo que quiso ser zorra, para conservar la simetría. Valiéndome de las analogías de Steiner, diría que Nietzsche ha sido quizás la más grandiosa zorra de todos los tiempos, en sus apasionados párrafos pareciese que hubieran más ideas que palabras, lo cual desde luego es un elogio, que esas ideas a veces se contradigan resulta previsible, como también el encontrar sorpresivamente una frase ingeniosa que disipe la contradicción y restablezca la armonía, al menos provisionalmente, he allí la genialidad de Nietzsche.

NIKO



post scriptum: A continuación les dejo el prólogo de Así Hablaba Zaratustra de Nietzsche.

Prólogo de Zaratustra

Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:

«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!.

Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.

Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.

Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza.

Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!

Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!

¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!

¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»

- Así comenzó el ocaso de Zaratustra...

Nietzsche