miércoles, enero 10, 2007

Al rescate del poeta olvidado

“Sus días son sus sonetos... de esa manera transcurrían los días de Dorian Gray". Para Wilde, vivir artísticamente era un ideal tan valioso o incluso superior al de la creación artística. Y si su producción literaria fue relativamente exigua, se debió en parte, a que sus días vividos de modo artístico, no le dejaron el tiempo necesario para “la creación de cosas bellas”, o al menos no como hubiese querido. “Las musas son celosas y requieren de muchas atenciones”, lo que se ofrenda al Arte suele ser a costa de la vida y viceversa.

En el caso de nuestro poeta, sus bellos poemas fueron vilipendiados, alabados y ahora lamentablemente olvidados. Sin embargo, nadie podría objetar que sus días fueron de los más bellos sonetos no escritos.

Rescatemos a George Noel Gordon Byron, Lord Byron.

De un padre pródigo y una madre abandonada, en condiciones noblemente precarias, nace en Albión un niño deforme pero hermoso. Sucesos inesperados hacen que el pequeño Byron herede el título de lord y las posesiones correspondientes, se entrega a los estudios y a las actividades atléticas con ardor, pese a su deformidad -en verdad solo era una leve cojera-. El cuerpo frágil se rebeló contra su naturaleza débil desarrollando fortaleza y vigor superiores.

Las excentricidades del estudiante aplicado y dandy, causan alboroto en los días de Cambridge, no obstante la vida intensa, apasionada, feliz en apariencia, el fantasma del tedio, aquel adorable monstruo; entra en escena, sus días de ocio se hacen insoportables, empiezan las peregrinaciones. Recorre Europa teniendo como escenario las guerras napoleónicas, al regresar, los poemas inspirados en sus viajes reciben una muy favorable crítica, la fama y el prestigio le sonríen; pero el Taedium Vitae lo devora, el amor parece brindarle algún consuelo, mas el corsario no puede estar demasiado tiempo en tierra, la vida feliz de Don Juan se vio interrumpida por el regreso del pirata Lambro, en la figura de la conservadora sociedad inglesa, que veía con malos ojos a Byron y le atribuía los vicios más infames.

Quizás como César, no quiso defenderse, cuando vio que alguien amado también sostenía un puñal, Inglaterra no era digna de él y prefirió el exilio voluntario.

El destierro, la peor de las penas en el mundo griego, no había perdido severidad en el siglo XIX, sobre todo para quienes tenían cierta distinción que los diferenciaba del vulgo, a donde fuesen llevarían el signo de Caín. Con todo, nuestro poeta padeció poco su desgracia, tal vez ni siquiera sufrió, su enemigo verdadero era el tedio y su vida, a pesar de trágica, era poética, al abandonar Inglaterra recordaba la partida sin retorno de Childe Harold, estaba viviendo lo que había escrito, sus días eran sus sonetos. Alegre y sombrío, entusiasmaba a todos a su paso, incluso al apático Stendhal, y cómo no, si Byron era a la vez un Korasoff y un Altamira.

Somos cuentos, contando cuentos, las noches durante su estancia en Suiza, como las de Casimiro, consagradas a las musas y a las bellas, fueron fundamentales para las creaciones de los agraciados que acudieron a su corte, Frankenstein, el vampiro y la nube, son hijos dispares, engendrados aquellas noches de extravíos y poesía. En la bella Italia, más compasiva con los enamorados que la severa Inglaterra, vivió alegremente aletargado entre los odres de La Guiccioli.

Aquiles es el arquetipo del héroe. Quien a una vida larga, prefiere una breve pero trascendente. Byron hizo lo mismo, a una vida llena de placeres, prefirió luchar por la liberación de Grecia, entonces sojuzgada por los turcos. No es que buscase la muerte, por fin después de muchas aventuras su vida había alcanzado cierta paz, tras ser rechazado por Penélope era feliz con Calypso. Euforión el hijo mítico de la belleza y la sabiduría, no podía ser feliz mientras otros sufrían, decidió compartir sus miserias.

En la tumba del guerrero, inanes flores fúnebres cubrieron su frente; pero también los laureles, la poesía embellece y triunfa sobre la derrota, así como Leonidas es el héroe indiscutible de las Termópilas, Byron conquistó la gloria en Missolonghi, que en lugar de un campo de batalla homérico, falleciese en una cama fue un mero accidente.

NIKO


Acompaño el texto con el mejor retrato de Byron, me refiero a la pintura de Marie Louise Élisabeth Vigée-Lebrun.