sábado, diciembre 27, 2008

Burbujas financieras y un poco de historia

Escribe: U. Nikolai Alva

Revista: “Punto de Equilibrio

¿Pagaría una suma equivalente a diez veces su sueldo anual por una flor? ¿Usaría los ahorros de toda su vida e hipotecaría su casa endeudándose –a riesgo de poner en peligro todo su patrimonio– con el fin de comprar semillas de dicha bella flor? Traemos esto a colación debido a que, aunque parezca absurdo, así ocurrió en la Holanda del siglo XVII, nos referimos a la célebre “burbuja de los tulipanes”: la primera burbuja especulativa de los tiempos modernos, la cual resulta proverbial para analizar y traer a contexto la fragilidad del sistema financiero, a la luz de la crisis norteamericana en curso.

En la Holanda de los años 1630 parecía que el precio de los tulipanes crecería ilimitadamente y casi todas las personas –desde los más ricos a los más pobres–, debido a que los beneficios de este negocio eran enormes, invirtieron en el mercado especulativo de tulipanes. A pesar de las sensatas prohibiciones del Gobierno holandés que los llamaba windhandel, “negocio de aire”, por las dificultades de ejecución contractual que generaba, se creó un mercado de futuros a partir de los bulbos de los tulipanes. De repente, un buen día –nefasto para la mayoría de holandeses–, el 6 de febrero de 1637 para ser más exactos, no hubo compradores para los tulipanes: la burbuja estalló y los precios cayeron abruptamente. Muchos se habían prestado sumas enormes para comprar flores que ahora no valían nada. Las quiebras generalizadas y, finalmente, el pánico llevaron a la economía holandesa a la ruina.

Aquella crisis, de manera similar a la norteamericana actual, aconteció ‘inesperadamente’ y en medio de la bonanza. En ese sentido, una de las causas de las burbujas –y son muchas– sería la excesiva acumulación del capital financiero, el cual debido a su abundancia termina siendo sobreinvertido en papeles cuyo valor intrínseco difiere mucho de su valor bursátil, y luego –como ya todos saben– estalla la burbuja. Entonces, cada vez que haya una excesiva acumulación de capital financiero, estaríamos en riesgo de que aparezca una burbuja ya que, dicho excesivo capital desbordaría a los analistas, quienes al no saber donde invertir –por más racionales que fueren– se verían impelidos a hacerlo en acciones o proyectos de rentabilidad dudosa. Así, y con mayor razón al no haber la regulación adecuada que limite las inversiones imprudentes, la burbuja se infla.

¿Y por qué se acumula el capital financiero de manera excesiva? Las causas pueden ser varias, desde aquellas originadas en el sector real (como, por ejemplo, la crisis de la deuda y los petrodólares), como aquellas puramente especulativas. En las últimas ha sido recurrente que la racionalidad de los agentes financieros y del sistema en su conjunto sean puestos en tela de juicio; recuérdese los animal spirits keynesianos, donde las expectativas de los inversionistas oscilan permanentemente entre la confianza y el recelo. Ya lo dijo también Newton tras perder una fortuna en la “Burbuja de los Mares del Sur” (el crac de 1720): “Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de la gente”, o el ilustrativo título que Charles Mckay, testigo de la burbuja de los tulipanes, dio para referir dicho episodio: Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes.

Recordemos la crisis: “Punto Com” de fines de los años 1990 y comienzos de los años 2000, donde del excesivo entusiasmo por los beneficios futuros de las empresas tecnológicas, que motivaron su espectacular alza, se pasó a la desconfianza ante la ausencia de rentabilidad. Sin embargo, ello no desencadenó una crisis en la economía estadounidense porque la corrección de precios se dio relativamente pronto, una parte de ese capital financiero migró hacia los commodities de materias primas (lo cual es una de las explicaciones del alza de estos durante los últimos años) y, fundamentalmente, porque gran parte fluyó hacia el sector hipotecario gracias a las regulaciones –o la falta de ellas– que incentivaban las inversiones en este sector, generándose la última burbuja.

Empero, ¿a dónde habrá ido a parar el capital financiero que inflase la anterior burbuja? ¿Se estará gestando una nueva? Quizá, sí. Actualmente, junto con la caída drástica de los índices bursátiles y la gran volatilidad, se vislumbra que, buscando una mayor seguridad, mucho del capital financiero se estaría concentrando en bonos del tesoro estadounidense –activos libres de riesgo, según los libros de texto–, lo cual resulta un tanto irónico por ser Estados Unidos precisamente el país en crisis. Así, ello podría ayudar a que dicho país se recupere de manera más rápida de la crisis, como también podría estar generándose una nueva burbuja: “La burbuja de los T-bonds”, una burbuja de activos ‘libres de riesgo’ aunque sea paradójico decirlo.

jueves, noviembre 27, 2008

Relaciones comerciales Asia Pacífico durante el Perú colonial: una brevísima revisión histórica

Escribe: U. Nikolai Alva


En estas fechas, hablar de las grandes posibilidades que depararía un mayor comercio entre los países ribereños del Pacífico está muy en boga. Asimismo, por haber sido el Perú sede de una serie de importantes eventos APEC, es muy probable que usted, estimado lector, esté más que cansado del reiterado bombardeo de artículos sobre el sinfín de ventajas de una mayor integración comercial en la citada región: pareciera que recién descubriésemos que tenemos a Asia y a Oceanía frente a nuestras costas.

Por ello, y tratando de no caer en tópicos comunes, es que nosotros creemos que resulta pertinente recordar que el interés comercial en dicha región y los vínculos generados vienen de muy larga data. Nos remontamos a explorar las relaciones comerciales Perú- Asia Pacífico desde tiempos de la Colonia, llevándonos algunas sorpresas.

Huelga decirlo; pero si ahora China es una de las estrellas económicas en ciernes, durante el siglo XVI era sin lugar a dudas la primera potencia mundial, tanto en el ámbito cultural como en el económico. Así, tenemos que inventos técnicos que transformaron a Occidente durante los siglos XV (como la imprenta) y XVIII (como la máquina de vapor y telares automáticos) ya eran conocidos en China desde hace mucho tiempo. Recordemos que la expedición de Colón, cuyo objetivo era llegar a Catay (China), Cipango (Japón) e India, no tenía como finalidad –en primera instancia– la conquista de dichos países, sino el establecimiento de relaciones comerciales más rápidas y directas para las valiosas especias y manufacturas producidas en ellos. Por otro lado, dada la aplastante superioridad de China, la conquista de esta por parte de Occidente era, aunque apetecible, absolutamente inviable.

Tras comprender que el Nuevo Mundo (América) no era una dependencia remota del gran Khan Chino, Occidente siguió en su carrera por apropiarse del comercio con Asia, siendo la base para ello, por cuestiones geográfica obvias, en el caso de la Corona Castellana, sus dominios recientemente incorporados en la costa del Pacífico: Perú y México.

Desde el virreinato del Perú se exploraron los diversos territorios del Pacífico Sur. Sin embargo, para desconsuelo de los ávidos emprendedores, esas tierras carecían de productos que les resulten de interés para comerciar y tenían una escasa población, y sumamente dispersa, por lo que no resultaba atractiva ni siquiera para esclavizar. Por ello, muchos de estos dominios, tras ser pomposamente bautizados y declarados bajo soberanía hispana, fueron en la práctica abandonados.

Desde el Virreinato de Nueva España (México) partieron las expediciones ‘comerciales’ hacia el Pacífico noroccidental, las cuales llegaron incluso a las codiciadas Molucas (Indonesia), pero estas ya estaban dominadas por compañías comerciales portuguesas y holandesas. Por ello, las expediciones castellanas se vieron limitadas al archipiélago de de las Filipinas. Si bien en un inicio no les fue muy apetecible, ante la imposibilidad de llegar directamente a China o la India, debieron conformarse y, dado que los filipinos no estaban lo suficientemente organizados para ofrecer una eficaz resistencia armada, procedieron a su conquista.

Aunque Magallanes fue el primero en llegar a las Filipinas y Legazpi el primero en ocuparla, solo fue gracias al agustino Andrés de Urdaneta, quien en 1565 encuentra la ruta de regreso desde Filipinas a México (corrientes marinas favorables que permitían un relativamente rápido viaje), que se inaugura el comercio entre Asia y el Pacifico. Desde entonces, todos los años partía desde Acapulco con destino a Filipinas el llamado galeón de Manila (o la nao de China) repleto de plata mexicana y peruana, principalmente, con la finalidad de adquirir allí mercancías de lujo muy apreciadas en Occidente, como sedas y porcelanas de China; marfiles, diamantes y rubíes de India; alfombras y tapices de la lejana Persia; perlas y ámbar del Japón; pimienta de Sumatra; nuez moscada y otras especias de las Islas Molucas; jengibre de Malabar; alcanfor de Borneo; etcétera. En Filipinas se celebraban ferias a las que asistían barcos de variados países de Oriente, entre estos centenares de buques chinos que acudían permanentemente. Luego de un largo viaje, el galeón de Manila regresaba a Acapulco. El valioso y exótico cargamento tenía como destino México y el Perú (para compensar la plata enviada del Potosí), y lo sobrante era transportado por tierra al Atlántico (Veracruz) para de allí salir hacia España.

Debido a que en Asia la plata era muy apreciada (más valiosa que el oro), los comerciantes hispanoamericanos podían adquirir las mercancías a un precio muy favorable y así obtenían un margen de beneficio enorme (aproximadamente un 300%). Obviamente, por las inmensas ganancias, los comerciantes de México y Perú trataban de desempeñar un papel activo en ese negocio y, por cuestiones de cercanía, los primeros lo lograban más que los segundos. Sin embargo, muchas veces los peruanos disputaron dicha primacía, hombres de negocios limeños organizaron su propia flota hacia Filipinas y México. El comercio se hizo tan intenso que a España apenas llegaban mercancías, por lo cual la Corona Española impuso restricciones; no obstante, el intercambio comercial persistió en su forma ilícita. Así, el comercio en el Asia Pacifico empezó a desarrollarse dentro de los dominios hispanos en las indias occidentales, la ruta comercial de este abarcaba los actuales territorios de países como: México, Perú, Chile, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras Guatemala, Filipinas, China, Taiwán, Indonesia, Malasia, Brunei, Singapur Tailandia y Japón. La gran mayoría miembros actuales de APEC.

Ya en tiempos de la República, y gracias a la navegación a vapor, el comercio fue intenso, se establecieron consulados comerciales desde tiempos tempranos en lugares tan exóticos del Pacífico, como Hawai en 1837. La gran migración china hacia el Perú durante fines del siglo XIX no fue casualidad. El engaño que realizaron los negociantes peruanos al ofrecer condiciones laborales ventajosas a los trabajadores chinos para luego, en la práctica, reducirlos a la condición de esclavitud tampoco sería una sorpresa en estas relaciones de comercio-avasallamiento, donde el más fuerte, si nadie lo impide, abusa del más débil.

Precisamente, durante esos viajes de cacería de trabajadores, a unos comerciantes peruanos se les ocurrió la peregrina idea de que, dadas las duras condiciones laborales en las islas guaneras que hacían que muchos trabajadores chinos para desazón de sus empleadores optaran por el suicidio, se ‘reclute’ a los aborígenes de la isla de Pascua, los cuales por vivir en una isla del Pacífico suponían se adaptarían fácilmente a las islas Chincha. Además, el costo de emplearlos era mínimo, solo hacía falta pasar por la isla y encadenarlos al barco. Estos brillantes hombres de negocios ‘reclutaron’ a un tercio de la población de la isla (los que se encontraban en mejores condiciones para trabajar se entiende); luego, cuando las protestas de la comunidad internacional lograse que los isleños esclavizados fuesen devueltos a su territorio, los pocos sobrevivientes repatriados, enfermos de gérmenes occidentales para los que no tenían defensa, contagiaron a sus compatriotas, quienes en su gran mayoría murieron y la población de la isla casi se extinguió.

Los emprendimientos comerciales en la región Asia Pacífico, entre los siglos XVI y XIX, se caracterizaban por un intercambio desigual y de sometimiento, incluso a la esclavitud, a las poblaciones más débiles en pos de la maximización de utilidades. ¿Cómo se desarrollará el comercio durante el siglo XXI? ¿Será un comercio justo o se repetirán –aunque bajo otras formas– los episodios de explotación de antaño? Estemos atentos.

miércoles, agosto 27, 2008

La Belle Époque

Escribe: U. Nikolai Alva


¿A qué se debe tan exótico y afrancesado título? Es para recordar aquellos bellos años entre los siglos XIX y XX (de 1871 hasta 1914, para ser más precisos), los cuales se caracterizaban por un gran esplendor y optimismo en el futuro, debido, por un lado, al desarrollo industrial que permitía un gran bienestar económico –al menos entre las clases altas y medias de los países industrializados de Europa y los Estados Unidos–. Y, por el otro, a los progresos tecnológicos sin precedentes (telégrafo, teléfono, radio, ferrocarril, automóviles, trasatlánticos, aeroplanos, etc.), que facilitaban tanto el comercio como las comunicaciones, que hacían aun más auspicioso el horizonte.

En el Perú actual, muchos habríamos caído en el ensueño de una suerte de Belle Époque, llevamos más de 5 años de crecimiento continuo, del año 2001 en adelante, las exportaciones han aumentado 297%, hay más de 17 millones de celulares (véase Osiptel) y el 74,8% de la población tiene acceso a Internet (INEI). Entonces, resulta justificable ilusionarnos y pensar que esta bonanza durará por mucho tiempo. Desafortunadamente, al igual que en tiempos de La Belle Époque, donde se trataba de una bonanza endeble: las guerras mundiales y las crisis de los años 1920 acabaron con las ilusiones de una sociedad otrora opulenta; empero en el fondo falaz, ya que junto con el bienestar y el lujo de pocos afortunados, convivía un gran número de trabajadores en situaciones precarias, muy similar al Perú de hoy.

¿Podemos hablar de bonanza con 39,3% de pobres? Citando al gran Alfredo “¿Qué es dejar de ser pobre en el Perú?: Que te alcance para comer”. Si comparásemos la estadística más antigua sobre la pobreza con la actual, llegaríamos a la desagradable sorpresa que casi no ha cambiado.

Asimismo, en el Perú, desde hace buen tiempo, la opinión generalizada es que existía y aún existe rigidez laboral, la cual dificulta la contratación y el despido de los trabajadores. Rigidez a la que suele considerarse como la causante principal del desempleo, pues se generarían sobrecostos que restan competitividad a las empresas, ya que éstas tienen que tomar en cuenta el costo de los salarios mínimos, y además, por culpa de ‘rígidos’ contratos, los trabajadores ineficientes no pueden ser despedidos, quedando desempleadas personas de valía.

Sin embargo, ¿se puede hablar de rigidez laboral cuando, según el Ministerio de Trabajo, solo un 20% cuenta con empleo formal –zonas urbanas–?, ¿acaso un salario mínimo de 550 soles –que no sabemos cómo alcanza para vivir– es una exigencia exagerada?, ¿acaso con más de 229,60 soles de ingreso, una familia deja de ser pobre? Y para colmo, tenemos el recrudecimiento de las medidas legales y policiales antimanifestación (DL: 982, 983 y 989), que pareciera que ponen en una misma categoría a las protestas justas y a las turbas delincuenciales. En el Perú, tener un trabajo decente es un lujo que se pueden dar unos pocos favorecidos. Así como van las cosas, el poder pedir mejoras laborales será un lujo también.

Recuérdese que, en gran medida, la causa del ascenso de regímenes totalitarios y las infaustas guerras que estos desataron en el siglo XX, se debió a ese cándido ensueño en que cayó la clase dominante, viviendo una Belle Époque, mientras que entre las grandes mayorías que no participaban de los beneficios se acumulaba el descontento. Me temo que en el Perú está ocurriendo lo mismo.

lunes, junio 16, 2008

En ficción, o el viejo de la montaña

Escribe: Sebastián Ducas

Toynbee, uno de nuestros historiadores predilectos decía que el estudio de la historia implicaba fundamentalmente un ejercicio de ficción, que ésta en lugar de alejarnos de la realidad nos permitiría acercarnos más a ella, así, la percepción de la realidad desde un marco básico es tan solo un conjunto de sensaciones, y es gracias a la interpretación –a la ficción- que podemos transmutar ese masa informe de sensaciones en ideas. Quizás sea por ello que preferimos al fantásticamente fantasioso Herodoto sobre el preciso y denso Tucídides, Los Nueve Libros De Historia del primero, plagados de seres mágicos, oráculos, hormigas gigantes, etc... nos ayudan a comprender el mundo heleno del siglo IV A.C. mucho más que la pormenorizada Historia de la Guerra del Peloponeso del segundo.

Ir À la recherche du temps perdu, no solo en el caso de Proust, sino en el de cualquier persona que quisiese explorar en sus recuerdos, será un viaje no secuencial donde las diferentes impresiones tampoco desfilarán de acuerdo a su importancia, su aparición estará condicionada muchas veces a los estímulos externos del momento, comer magdalenas, aunque no seamos Proust, nos podría hacer evocar Combray y el camino de Swan.

Por ello viene a nuestra mente Hasan al-Sabbah, más conocido como “el viejo de la montaña”, líder religioso del siglo XI, de quién se decía que poseía las llaves del paraíso, él gracias a sus cualidades místicas y con un poco de ayuda de alguna sustancia psicoactiva, mostraba a sus fieles el “reino de los cielos” a tal punto llegaba su persuasión que sus seguidores no dudaban en desobedecer sus órdenes aunque esto implicara la muerte de los mismos.

¿Y a qué viene todo esto? Se debe a que la prensa, desde sus diversas formas, tiene un inmenso poder. Muchas guerras se han desencadenado por intereses económicos, pero han sido los medios de comunicación los que han convencido a los soldados que combatían por fines nobles como el amor a la patria. Muchos regímenes autocráticos han hecho uso de la prensa para aparentar legitimidad. Y quizás con mayor frecuencia, muchos conglomerados económicos se han servido de los medios de comunicación para apoyar sus intereses, ya sea mediante información favorable o desprestigiando a quienes obstaculizarían sus planes. Por todos esos motivos el poder de los medios de comunicación, en especial los ligados al periodismo económico –y no daremos nombres para evitar demandas- solo podría ser comparado por su cuantía al poder del “el viejo de la montaña”.

domingo, mayo 04, 2008

La inflación no es un problema

U. Nikolai Alva

Editor - Revista: “Punto de Equilibrio”

Los últimos eventos de la coyuntura económica nos obligan a retomar un tema, hasta hace poco, olvidado: la inflación, sobre lo cual se ha dicho mucho, mas sobre sus causas se sabe poco. Para quienes recordamos la década de los años 1980, solo escuchar aquella aciaga palabra nos causa espanto. Consecuencia de ello es que aún existe una preferencia poco lógica a ahorrar en dólares: en aquellos tiempos infaustos era la única forma en que podían salvarse los escasos ahorros. Sin embargo, pasados los años, la inflación pasó al baúl de los recuerdos, hasta ahora, que suele hablarse del retorno del “fantasma de la inflación”. Si bien la inflación está mostrándose por encima de lo previsto, se estaría exagerando el problema, quizá debido a que en nuestro inconsciente colectivo la conjunción de inflación y gobierno de García, resucita oscuros terrores.

Sobre las causas del aumento de la inflación peruana, aunque el incremento de la demanda interna fue una, la principal ha sido la inflación internacional: aumentos espectaculares en los precios de las materias primas, entre ellos del petróleo, y de los alimentos, como el trigo, el maíz y la soya. Precios que, por una demanda creciente (expansión de consumo en China e India) y una oferta decreciente (reemplazo de áreas de pan llevar para la fabricación de biocombustibles), se mantendrán altos los próximos tiempos. Asimismo, si comparásemos la inflación peruana durante el año 2007, de 3,9%, con la de otros países de la región (además de que en la mayoría de ellos las tasas de inflación fueron mayores a las metas previstas), la peruana fue de las más bajas; por ejemplo, en Chile fue de 8,1% y en Colombia, de 6,4%.

Es verdad, la inflación del último mes ha sido un tanto alta: 1,04%; pero similar a la del año 2004 (donde nadie hablaba de rebrote inflacionario), lejos del 163% del año 1985 (inicio del gobierno de García) y más lejos aún de su cenit: 7.482% en1990 (fin del primer gobierno de García). Como se esperaría y como investigaciones de valía lo han demostrado, la inflación ha afectado más a pobres que a ricos. Precisamente, este es el tema en el cual queremos hacer hincapié. Dado el inmenso crecimiento del producto (9% en 2007), la inflación no sería un problema si, gracias a la expansión, hubiese habido una disminución –sino equitativa, al menos importante– de los niveles de pobreza. Sin embargo, de 2001 a la fecha, el producto se ha elevado en 31% y la pobreza solo se ha reducido en 4,2% (según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística e Informática-INEI).

Son también problemas: que la educación pública en el Perú sea de las peores –por no decir la peor– de América Latina, que 7 millones de personas no tengan conexión al agua potable y paguen sobrecostos que bordean los 250 millones de dólares al año (véase Asociación para el Fomento de la Infraestructura Nacional-AFIN), que 21,9% de los niños padezcan de desnutrición (véase Ministerio de Educación), que en el ultimo trimestre de cada 100 personas de la PEA solo 43 estén adecuadamente empleadas [véase, INEI (2008). Situación del mercado laboral en Lima Metropolitana, Informe técnico Nº 3].

¿Por qué, pese al enorme aumento del producto, la riqueza se distribuye de modo tan inequitativo? ¿Es correcto persistir en el modelo económico primario exportador?

De manera esquemática, el modelo económico peruano se caracteriza por tener una estructura primario-exportadora. En este sistema se privilegia al crecimiento económico sobre la distribución de la riqueza y a la empresa privada sobre la participación del Estado. Se dan todos los incentivos posibles al capital, ya que con mayor capital, mayor inversión; con mayor inversión, más crecimiento; y, con ello, menos pobreza. Así, en una economía industrial, mayor crecimiento significaría mayores puestos de trabajo, esto más riqueza de las familias ello provocaría mayor consumo y esto, a su vez, a mayor inversión, expandiéndose dicho circulo virtuoso. Sin embargo, en una economía primario exportadora, una mayor inversión no necesariamente activa esta dinámica positiva, más bien, generalmente, provoca todo lo contrario, ya que las ganancias no se reinvierten fuera del sector exportador de boom (el que por lo general opera como enclave) y no hay un aumento considerable del empleo, dado que este sector se concentra geográficamente en lugares circunscritos y su estructura productiva genera una demanda de trabajo mínima (por ejemplo, solo el 2% de la población económicamente activa es absorbida por la minería).

Responder tan complejas preguntas en un espacio tan breve –como acabamos de hacerlo– es temerario e irresponsable, pero sería imperdonable no reflexionar en ello. El boom de riqueza nos permite optar por un modelo económico más solidario, que promueva el desarrollo económico. Ojalá que no desaprovechemos esta oportunidad.

Entrevista con Renzo Rossini, Gerente General del Banco Central de Reserva del Perú BCRP

Sobre la inflación y la coyuntura económica peruana

Por: U. Nikolai Alva y Edika Quispe Torreblanca

Actualmente la demanda interna ha venido creciendo a una tasa de 11%, y el PBI a una tasa de 9%, ¿quizás la economía ya esté muy “sobrecalentada”?

Veamos, para el presente año nuestra proyección de crecimiento del PBI es de 7,5%, tasa cercana a nuestra estimación de crecimiento del PBI potencial de 7-7.5%. Por lo tanto, nuestro escenario de políticas macroeconómicas es uno de un “aterrizaje suave” a un ritmo actividad alto pero más sostenible. Naturalmente, este escenario contiene un activismo preventivo en la política monetaria y fiscal, que servirá para moderar -y no para revertir-el optimismo de consumidores e inversionistas. No me parece una situación de una economía “muy sobrecalentada”, de hecho no vemos incrementos salariales generalizados o “estrecheces” en los mercados de capitales o de divisas. Sin embargo, el logro de un crecimiento alto y sostenido no es sólo un tema vinculado a las políticas del lado de la demanda agregada, porque hay problemas importantes que enfrentar en el lado de la oferta, donde es necesario desarrollar reformas estructurales para mejorar el ambiente de negocios.

Algunos analistas han criticado la emisión primaria realizada por el BCRP como una de las causantes de una mayor inflación, ¿qué opina sobre ello?

Para llegar a una conclusión de este tipo, deberíamos contar con evidencia que muestre que el crecimiento de los billetes y monedas explica de manera sistemática al comportamiento de la inflación. Sin embargo, la evidencia en nuestro país y en la mayor parte del mundo es que esta relación entre oferta monetaria y la inflación se ha ido perdiendo, sobretodo en un mundo con tasas de inflación más bajas y con innovaciones financieras constantes. En otras palabras, las fluctuaciones menos predecibles de la demanda por dinero, terminaron con las metas monetarias en todo el mundo. En el 2002, el BCRP dejó las metas de crecimiento de la emisión primaria porque no servían para controlar la inflación. Por ello, los Banco Centrales, ante la poca predectibilidad de la demanda por dinero han optado por manejar una tasa de interés de referencia para el resto de tasas de interés y con ello afectar a la actividad económica y a la inflación. Es interesante como ha quedado grabada la figura de “la maquinita” que Don Pedro Beltrán para ilustrar la expansión de los créditos del Banco Central al Tesoro Público, lo cual está prohibido por la Constitución Política vigente.

El crecimiento de la emisión primaria recientemente en nuestro país se asocia justamente a movimientos en la demanda por dinero, sobretodo por la desdolarización de la liquidez del sector privado. Hoy el grado de dolarización es de 40% frente a 51% en el 2006. Este cambio en la composición de la liquidez no tiene consecuencias en la expansión del gasto ni en la inflación.

Por otro lado, la reciente elevación de los precios de bienes y servicios se ha concentrado en la agrupación de alimentos y bebidas, que ha subido en 9.2% en los últimos doce meses que terminan en abril, mientras que el resto de bienes y servicios han aumentado 2.2%, tasa cercana a la meta de inflación del Banco Central (2% con una tolerancia de 1 punto hacia arriba y hacia abajo). Los alimentos han subido por efecto de aumentos sustanciales del trigo, maíz, aceite de soya en los mercados internaciones. Ante este tipo de shocks en la oferta de bienes, no tiene sentido activar una política monetaria contractiva que reduzca los precios de los productos distintos de los alimentos.

Desde julio de 2007, el Banco Central ha venido ajustando la posición de su política monetaria con el incremento de la tasa de interés de referencia de 4.5% a 5.5% y la elevación de las tasas de encajes a las obligaciones en moneda nacional y en moneda extranjera de las entidades financieras nacionales. Estas medidas provocan alzas en las tasas de interés en el mercado financiero y transmiten de esta forma la necesidad de moderación en el gasto. La principal motivación del Banco en la adopción de estos ajustes es contener las expectativas de inflación.

Sobre las meta de inflación, ¿no habría sido un excesivo optimismo el haberla reducido?

La idea de una meta es anclar las expectativas de inflación en el nivel meta y mantener el compromiso del Banco Central de mantener la inflación la mayor parte del tiempo alrededor de esa meta. Se optó el ajuste del centro de la meta de inflación de 2.5% a 2% porque es la tasa de inflación predominante entre las economías desarrolladas con las que tenemos la mayor parte de nuestro comercio exterior, con lo cual al mantener tasas de inflación similares en períodos largos estamos manteniendo en promedio la paridad de compra del Nuevo Sol.

La idea es trabajar para alcanzar la meta de 2% y no mover la meta hacia la inflación actual, debiéndose remarcar que un esquema de metas de inflación la política monetaria busca que la inflación se ubique la mayor parte del tiempo en el rango meta y que cuando se presenten factores que saquen a la inflación de la meta se ejecute una estrategia para regresar a la meta. Es por ello un error hablar de una evaluación del cumplimiento de la meta de inflación sólo al finalizar el año.

Se ha hablado mucho sobre las intervenciones del Banco central en el mercado cambiario, ¿cuáles son los objetivos de dichas intervenciones?

El Banco no defiende un nivel de tipo de cambio, ni tiene una meta cambiaria, ni se propone influir en la tendencia. Lo que hace el BCRP es moderar las fluctuaciones, excesivas porque se estima que un alza pronunciada del tipo de cambio tendría un impacto importante en la estabilidad financiera debido al todavía alto grado de dolarización de las deudas de las empresas. Por ello nuestro régimen cambiario sigue siendo de flotación con intervención cambiaria, el FMI lo califica de “managed float”. Al no existir ningún compromiso con el tipo de cambio se puede conducir la política monetaria en un entorno de libre movilidad de capitales.

Desde el 2007 la intervención cambiaria se ha caracterizado por montos mayores (US$ 10 mil millones en el 2007 y US$ 8 mil millones en lo que va del 2008), reflejando los flujos de divisas por el alza de precios de exportación, el crecimiento de la inversión extranjera, la desdolarización de depósitos y, más recientemente, los influjos de capitales de corto plazo. Las compras de dólares permiten acumular reservas internacionales que servirán de resguardo para el momento en que una o varias de estas condiciones favorables se reviertan.

Una de las consecuencias de la crisis de las hipotecas subprime y de la debilidad del dólar es que han desaparecido opciones de inversión para los inversionistas institucionales, lo cual ha terminado este año en un redireccionamiento de fondos hacia inversiones de corto plazo en monedas y en commodities. A comienzos de este año empezamos a registrar estos flujos en nuestro país, orientándose primero a certificados del BCRP, que adquirían a bancos locales (unos S/. 4 mil millones principalmente enero) y luego en depósitos bancarios, principalmente a la vista (otros S/. 4 mil millones principalmente entre marzo y abril o casi 10% de los depósitos bancarios). La magnitud de estos influjos han creado bolsones de liquidez de corto plazo que dificultan la gestión de la política monetaria y crean una vulnerabilidad al sistema financiero por lo cual el Banco Central no les da acceso a que inviertan a sus certificados y además les ha colocado un requisito de encaje de 120% si entran como depósitos.

Asimismo, hay países con mayor tasa de interés que la peruana, y no están siendo inundados por capitales de corto plazo, la causa de estos movimientos de capitales especulativos hacia el Perú más que al diferencial de tasa de interés se debería a las expectativas de apreciación del sol, muchos de esto fondos han venido a cero tasa de interés.

En ese sentido, ¿qué opina de la reciente colocación de bonos hecha por el Ministerio de Economía y Finanzas MEF?, ¿habría un conflicto entre las políticas del BCRP y las del MEF?

El MEF tiene desde el 2001 un exitoso programa de emisiones de bonos en moneda nacional que hoy llega a plazos de hasta 30 años. Este programa contribuye a la reducción de la deuda pública en moneda extranjera y promueve el desarrollo del mercado de capitales locales. El BCRP conoce de estas emisiones, por ejemplo por medio del Comité de Caja del Tesoro que se reúne a inicios de mes. En el caso concreto de la última colocación, no existe ninguna contradicción con las acciones del Banco porque no sólo la conocíamos, sino además porque se trataba de una colocación de largo plazo que no es atractiva para el inversionista que quiere una ventaja de corto plazo.

Asimismo, el MEF ha logrado ajustar la política fiscal durante su ejecución, de manera que al final el superávit fiscal terminó siendo mayor al esperado como fue el caso del 2007 cuando registramos un superávit de 3% del PBI, lo cual podría repetirse este año.

Actualmente hay una sensación de malestar respecto a la inflación, ¿no habría un problema de mejor difusión por parte del BCRP sobre su rol y sobre las metas de inflación?

El incremento de los precios de los alimentos está creando un descontento no sólo en nuestro país. La prensa nos trae información de los incidentes públicos que está causando la disparada del precio del arroz en Asia y el de otros precios de alimentos en distintos países. A ello se suma el incremento de los costos de transporte por los mayores precios de los combustibles. Por ello, es entendible el descontento. Sin embargo, es importante reconocer el origen internacional de este problema para evitar soluciones “mágicas” como los controles de precios que terminan ahondando el problema con el desabastecimiento y las colas. En contraste, un esquema que ha venido funcionando eficazmente ha sido el del fondo de estabilización de precios de los combustibles.

La contribución del Banco Central es sostener su compromiso de retornar a una situación en el que la inflación esté alrededor de 2% (entre 1% y 3%). El Banco ha informado que la inflación estaría fuera de su meta por factores que escapan a su control y que retornará a la meta paulatinamente desde mayo, cerrando este año por encima del límite superior y acercándose al 2% a mediados del 2009.

Finalmente ¿Cuál sería su opinión? Sobre los siguientes comentarios -que suelen ser muy frecuentes en la actualidad: “Regresó el fantasma de la inflación”, “La apreciación del sol causa pérdidas millonarias en las exportaciones por lo cual el BCRP debería intervenir para revertirla”

Sobre el primer punto, hemos sido testigos de la gran intolerancia de los peruanos a inflación, lo cual es muy positivo para la posibilidad de mantener una moneda sólida. En cuanto al supuesto “fantasma de la inflación”, debemos recordar que la inflación es un proceso continuo y generalizado de alzas de precios de los bienes y servicios, cuando lo que venimos observando alzas transitorias (no continuas) de algunos componentes de la canasta del consumidor (alzas no generalizadas).

Y sobre lo segundo, si se enfrenta un riesgo, es decir la probabilidad de un evento negativo, debemos buscar una forma de mitigación o de eliminación del riesgo. Si el evento negativo para los resultados de la empresa es una caída del tipo de cambio, existen las operaciones de venta forward que pueden proteger a la empresa. En todo caso la competitividad es un asunto complejo en dónde el tipo de cambio es una parte de ella.

martes, marzo 25, 2008

¿Qué hacer con el tipo de cambio?

Desde ya hace buen tiempo y probablemente durante mucho más, el tema del tipo de cambio ha sido y será materia de debate. Nuestra moneda nacional ha venido mostrando una inusitada y fuerte tendencia a la apreciación, lo cual, ha causado el beneplácito de muchas personas que tenían deudas en dólares –la deuda externa peruana también se estaría reduciendo- y de aquellas empresas en cuya estructura de costos los insumos importados representaban una porción importante, huelga hablar de los importadores. Empero, no todo puede ser felicidad y nuestro próspero sector exportador ha visto disminuidas sus ganancias esperadas,como también aquellas familias y empresas que tenían una considerable proporción de sus riquezas atesorada en dólares.

Como dijese alguna vez Bonaparte, las personas defenderán con más ímpetu sus intereses que sus derechos, por lo que no resulta sorprendente que cada grupo presione con ímpetu porque el tipo de cambio sea el que más le beneficie o el que menos le afecte, y tampoco que dijesen que aquel sería el adecuado. Entonces, ¿existe un tipo de cambio correcto?Y a su vez ¿cuál sería aquel?.

Si fuésemos economistas del enfoque llamado clásico, diríamos que el tipo de cambio correcto es aquel determinado por el mercado de manera libre, por lo tanto, si las tendencias a la apreciación fuesen consecuencia de las manos invisibles de las fuerzas del mercado, si no fuese causado por distorsiones en la economía, no habría nada que hacer y los afectados con la apreciación deberían aceptar su suerte, ya que el tipo de cambio sería el natural y
por ende el correcto.

En el caso de ser economistas del enfoque opuesto, al que llamaremos keynesiano -solo por darle un nombre-, podríamos decir que como a largo plazo todos estaremos muertos el tipo de cambio correcto sería aquel que genere más beneficios al país de manera agregada, así que sería cuestión de encontrar el tipo de cambio que maximice el Producto Interno Bruto, el empleo, o cual sea el objetivo. Y si fuese inevitable que hayan ganadores y perdedores, compensar a los últimos con la contribución de los primeros.

Como es de esperarse una proporción importante de los afectados, preferirían la opinión del segundo enfoque. Pero en el orden establecido del poder y de las ideas -por lo menos en el Perú- este suele considerarse desfasado e incluso nefasto, ya que correspondería a que el Estado tome un rol activo en la economía interviniendo constantemente con riesgo de volverse proteccionista. En el caso de la firma de tratados de libre comercio,los exportadores que se beneficiarían de las ganancias de una mayor apertura comercial, fueron los enemigos más acérrimos de la intervención del estado en las políticas comerciales y tildaron a los opositores de proteccionistas y enemigos del libre mercado y la competencia, por decir lo menos. Por ello, resulta aparentemente contradictorio que muchos de aquellos mismos defensores de la libertad económica traten de persuadir al gobierno para que intervenga en el tipo de cambio ya que ahora no les favorece. Sin embargo, recordemos que muchas veces las ideologías,más que determinar acciones, son creadas o desechadas en función de los intereses de quienes las sostienen.

Sobre las causas de la apreciación, estas son múltiples, como por ejemplo el gran crecimiento de nuestras exportaciones y de la inversión extranjera en el país, lo cual trae divisas y capital extranjero a nuestra economía, como también a la alta tasa de interés peruana en comparación con la internacional –léase norteamericana- lo cual hace que ingentes cantidades de capital extranjero vengan al país atraídos por la alta rentabilidad, y que seguirán viniendo mientras dicha tasa diferencial se mantenga elevada.

Lo que nos deparan en los próximos tiempos es un intenso juego de fuerzas, entre los perdedores y ganadores donde cada uno argüirá diversos motivos, todos ellos muy técnicos,para determinar cuál es el tipo de cambio correcto. Y quién sabe tras ello, quizás por casualidad, alcancemos el tipo de cambio conveniente.

NIKO

Punto de Equilibrio Nº 96

Lima, Enero 2008

P.S.: Publico este texto de temática tan prosaica debido a que hace mucho tiempo no escribo nada sobre temas importantes como las artes.