lunes, junio 16, 2008

En ficción, o el viejo de la montaña

Escribe: Sebastián Ducas

Toynbee, uno de nuestros historiadores predilectos decía que el estudio de la historia implicaba fundamentalmente un ejercicio de ficción, que ésta en lugar de alejarnos de la realidad nos permitiría acercarnos más a ella, así, la percepción de la realidad desde un marco básico es tan solo un conjunto de sensaciones, y es gracias a la interpretación –a la ficción- que podemos transmutar ese masa informe de sensaciones en ideas. Quizás sea por ello que preferimos al fantásticamente fantasioso Herodoto sobre el preciso y denso Tucídides, Los Nueve Libros De Historia del primero, plagados de seres mágicos, oráculos, hormigas gigantes, etc... nos ayudan a comprender el mundo heleno del siglo IV A.C. mucho más que la pormenorizada Historia de la Guerra del Peloponeso del segundo.

Ir À la recherche du temps perdu, no solo en el caso de Proust, sino en el de cualquier persona que quisiese explorar en sus recuerdos, será un viaje no secuencial donde las diferentes impresiones tampoco desfilarán de acuerdo a su importancia, su aparición estará condicionada muchas veces a los estímulos externos del momento, comer magdalenas, aunque no seamos Proust, nos podría hacer evocar Combray y el camino de Swan.

Por ello viene a nuestra mente Hasan al-Sabbah, más conocido como “el viejo de la montaña”, líder religioso del siglo XI, de quién se decía que poseía las llaves del paraíso, él gracias a sus cualidades místicas y con un poco de ayuda de alguna sustancia psicoactiva, mostraba a sus fieles el “reino de los cielos” a tal punto llegaba su persuasión que sus seguidores no dudaban en desobedecer sus órdenes aunque esto implicara la muerte de los mismos.

¿Y a qué viene todo esto? Se debe a que la prensa, desde sus diversas formas, tiene un inmenso poder. Muchas guerras se han desencadenado por intereses económicos, pero han sido los medios de comunicación los que han convencido a los soldados que combatían por fines nobles como el amor a la patria. Muchos regímenes autocráticos han hecho uso de la prensa para aparentar legitimidad. Y quizás con mayor frecuencia, muchos conglomerados económicos se han servido de los medios de comunicación para apoyar sus intereses, ya sea mediante información favorable o desprestigiando a quienes obstaculizarían sus planes. Por todos esos motivos el poder de los medios de comunicación, en especial los ligados al periodismo económico –y no daremos nombres para evitar demandas- solo podría ser comparado por su cuantía al poder del “el viejo de la montaña”.