miércoles, agosto 27, 2008

La Belle Époque

Escribe: U. Nikolai Alva


¿A qué se debe tan exótico y afrancesado título? Es para recordar aquellos bellos años entre los siglos XIX y XX (de 1871 hasta 1914, para ser más precisos), los cuales se caracterizaban por un gran esplendor y optimismo en el futuro, debido, por un lado, al desarrollo industrial que permitía un gran bienestar económico –al menos entre las clases altas y medias de los países industrializados de Europa y los Estados Unidos–. Y, por el otro, a los progresos tecnológicos sin precedentes (telégrafo, teléfono, radio, ferrocarril, automóviles, trasatlánticos, aeroplanos, etc.), que facilitaban tanto el comercio como las comunicaciones, que hacían aun más auspicioso el horizonte.

En el Perú actual, muchos habríamos caído en el ensueño de una suerte de Belle Époque, llevamos más de 5 años de crecimiento continuo, del año 2001 en adelante, las exportaciones han aumentado 297%, hay más de 17 millones de celulares (véase Osiptel) y el 74,8% de la población tiene acceso a Internet (INEI). Entonces, resulta justificable ilusionarnos y pensar que esta bonanza durará por mucho tiempo. Desafortunadamente, al igual que en tiempos de La Belle Époque, donde se trataba de una bonanza endeble: las guerras mundiales y las crisis de los años 1920 acabaron con las ilusiones de una sociedad otrora opulenta; empero en el fondo falaz, ya que junto con el bienestar y el lujo de pocos afortunados, convivía un gran número de trabajadores en situaciones precarias, muy similar al Perú de hoy.

¿Podemos hablar de bonanza con 39,3% de pobres? Citando al gran Alfredo “¿Qué es dejar de ser pobre en el Perú?: Que te alcance para comer”. Si comparásemos la estadística más antigua sobre la pobreza con la actual, llegaríamos a la desagradable sorpresa que casi no ha cambiado.

Asimismo, en el Perú, desde hace buen tiempo, la opinión generalizada es que existía y aún existe rigidez laboral, la cual dificulta la contratación y el despido de los trabajadores. Rigidez a la que suele considerarse como la causante principal del desempleo, pues se generarían sobrecostos que restan competitividad a las empresas, ya que éstas tienen que tomar en cuenta el costo de los salarios mínimos, y además, por culpa de ‘rígidos’ contratos, los trabajadores ineficientes no pueden ser despedidos, quedando desempleadas personas de valía.

Sin embargo, ¿se puede hablar de rigidez laboral cuando, según el Ministerio de Trabajo, solo un 20% cuenta con empleo formal –zonas urbanas–?, ¿acaso un salario mínimo de 550 soles –que no sabemos cómo alcanza para vivir– es una exigencia exagerada?, ¿acaso con más de 229,60 soles de ingreso, una familia deja de ser pobre? Y para colmo, tenemos el recrudecimiento de las medidas legales y policiales antimanifestación (DL: 982, 983 y 989), que pareciera que ponen en una misma categoría a las protestas justas y a las turbas delincuenciales. En el Perú, tener un trabajo decente es un lujo que se pueden dar unos pocos favorecidos. Así como van las cosas, el poder pedir mejoras laborales será un lujo también.

Recuérdese que, en gran medida, la causa del ascenso de regímenes totalitarios y las infaustas guerras que estos desataron en el siglo XX, se debió a ese cándido ensueño en que cayó la clase dominante, viviendo una Belle Époque, mientras que entre las grandes mayorías que no participaban de los beneficios se acumulaba el descontento. Me temo que en el Perú está ocurriendo lo mismo.

No hay comentarios.: