miércoles, mayo 06, 2009

El año del TLC y de la crisis

U. Nikolai Alva

Resulta interesante examinar la evolución de las actitudes respecto de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Perú y los Estados Unidos. Podemos dividir dicha evolución en tres fases fundamentales: la primera, al empezar las negociaciones, en donde la mayoría de los líderes políticos de ambos países se mostraron favorables a la firma; aunque no se había logrado el consenso, dicho tratado fue suscrito. En una segunda fase, quizá merced a una intensa campaña mediática, la idea de un TLC no solo fue percibida como algo favorable sino como algo que brindaría inconmensurables beneficios. Y, una última fase, la actual: en un contexto económico sombrío signado por la crisis estadounidense, cuyos efectos ya están afectando negativamente y en gran cuantía al orbe, el optimismo anterior podría abandonarse y las simpatías hacia este TLC revertirse.

Hasta hace unos años, tanto para el Perú como para sus principales socios comerciales, las variables macroeconómicas lucían regularmente propicias en general, y especialmente favorables para el Perú en particular. Sin embargo, en el actual contexto tan desalentador, nuestro país no podría ser una excepción, una isla de crecimiento económico y prosperidad. Desde luego, existen una serie de variables favorables como una relativamente baja inflación (menor que el promedio de América Latina) y un crecimiento continuo de las exportaciones, pero por ser una economía pequeña, la contracción de la demanda internacional nos afectaría seriamente. Aunque la evolución del PBI durante el año 2008 siguió una tendencia de crecimiento económico alta –el crecimiento anual de la producción fue de 9,84% con relación al año 2007 y representa la tasa más alta en los últimos 14 años, según el INEI–. Ya se vislumbra una caída, de una magnitud relativamente pequeña, por los rezagos en la transmisión de la crisis; como pronostica el World Economic Outlook último: “No hay indicios de recuperación y cuando ésta ocurra es muy probable que sea muy lenta”.

Extrapolando lo acontecido tras crisis mundiales anteriores, se espera que los países industrializados se vuelvan más proteccionistas, por lo que podría pensarse que el TLC resulta muy oportuno: aseguraría acceso a mercados que podrían empezar a cerrar sus puertas a las exportaciones de países que no tuvieron el ‘acierto’ de firmar un TLC; podría especularse que Obama, quien se ha manifestado en contra de los TLC firmados por los Estados Unidos con Colombia y Centroamérica, pensase en una renegociación con el Perú (véase el artículo de Quiliconi en la presente edición). Asimismo, al sufrir los Estados Unidos los vapuleos de la recesión, la demanda de exportaciones disminuiría significativamente. Por ese motivo, no son pocos los políticos y analistas que ante la retracción de la demanda estadounidense están a favor de firmar un TLC con cualquier país que se pueda, para así compensar la pérdida. Quizá por ello algunos observan con anhelo un TLC con China, esperando que esta, que ha venido creciendo a tasas muy altas, ocupe el lugar de los Estados Unidos, reemplazándolo tanto en el liderazgo como en la cuantía de la demanda mundial. Sin embargo, se olvidan de que China es una economía tan vulnerable a la crisis como todas las demás, en especial porque su estructura exportadora depende mucho de la demanda estadounidense.

Finalmente, en lugar de culminar el texto con conclusiones, nos despedimos con las preguntas: ¿Tiene sentido discutir los beneficios o los perjuicios de un TLC ya firmado y vigente? ¿Es el TLC un hecho irreversible?


Punto de Equilibrio, Lima Marzo de 2009


No hay comentarios.: