




Espacio dedicado a analizar de manera concienzuda y superficial, todo y nada.
U. Nikolai Alva Ponce
El verdadero día de la independencia no habría sido el 28 de Julio de 1821, día de la proclamación de la independencia por San Martín, tampoco el 9 de diciembre de 1824 día de la batalla de Ayacucho, sino el 26 de Enero de 1827, fecha en la cual, los peruanos logran librarse de la dictadura impuesta por Bolívar, y por primera vez desde el Tahuantinsuyo, se instala un gobierno dirigido por peruanos.
La independencia fue una guerra civil. Dentro de cada país latinoamericano hubo tanto realistas como separatistas –también llamados patriotas-; pero al ser los realistas la proporción mayoritaria de los peruanos, la guerra civil en nuestro caso se dirimió rápidamente. Sin embargo, el Perú fue víctima de la invasión de las tropas separatistas grancolombianas (colombianas y venezolanas) y del sur (argentinos más algunos chilenos). Estas tropas, con el objetivo de garantizar la vigencia de sus regímenes, vinieron a combatir al Perú: bastión realista, lo cual, desde el punto estratégico era justificable. Recuérdese que el ejército del virrey Abascal (compuesto por peruanos en su mayoría) tomó bajo su control la Audiencia de Quito (Ecuador), el Alto Perú (Bolivia) y la Capitanía General de Chile. Mientras tanto ¿Qué hacían los españoles de la península?, pues nada o no mucho. Debido a la ocupación francesa primero, luego por la guerra civil entre liberales y absolutistas[1], el apoyo de España a los realistas en Sudamérica fue casi nulo. Por lo cual, los realistas peruanos tuvieron que afrontar unos largos dieciséis años de guerra con sus propios recursos.
Imagínese que usted -estimado lector-, hubiese vivido en el Perú aquella época. Imagínese incluso que estuviese imbuido por la ilustración y profesase simpatías republicanas ¿cómo reaccionaría si llegara un ejército de ocupación que devastase sus bienes y que ponga en peligro su integridad física y la de su familia? Pues lo más probable, es que tomase las armas y saliese en defensa de su tierra: su patria, es decir, aunque suene contradictorio, en esos tiempos aciagos el ser patriota para un peruano habría sido el militar en el bando realista. Por ello no es ninguna sorpresa que el 95% del ejercito realista del Perú estuviese compuesto por peruanos. Muchos políticos peruanos célebres más adelante, lucharon inicialmente en el bando realista como por ejemplo: Ramón Castilla[2], La Mar[3], Gamarra, Santa Cruz, etc. Incluso otros como Goyeneche, Pío Tristán o Leandro Castilla (hermano de Ramón) militaron en los ejércitos realistas hasta el final.
Decir que la independencia tuvo como fecha primordial su proclamación limeña sería dar demasiado valor a solo una anécdota, ya que a los pocos días las tropas realistas volvieron a ocupar Lima. Entonces ¿Por qué tampoco sería la batalla de Ayacucho el día de nuestra independencia? Veamos, -si tomamos en cuenta las cifras más prudentes- se enfrentaron 6906 realistas contra 5780 separatistas (léase libertadores), de las tropas realistas el 93% eran peruanas, mientras en las separatistas el 79% eran un combinado de mayoritariamente colombianos, además de venezolanos, argentinos y chilenos, asimismo ¡un 21% de peruanos! -ya había peruanos en el bando separatista-. Como dijimos antes, se habría comenzado a gestar la nacionalidad peruana, como una respuesta ante los pillajes de las tropas grancolombianas y argentino-chilenas que invadieron nuestro territorio, pero también como una reacción de alejamiento hacia España, de la cual los peruanos no recibieron ningún apoyo importante durante las guerras. En la batalla de Ayacucho perdió el ejército realista, sin embargo, las bajas no fueron contundentes[4]. Por ello, respecto a la rendición en Ayacucho hay diversas interpretaciones, incluso existen tesis conspirativas que la llaman: “la traición de Ayacucho”, ya que, no habría sentido rendirse si aún se tiene un ejército similar al enemigo, a lo cual agregaría que el tener un tratado bien estructurado y que sea firmado tras una negociación relámpago el mismo día de la batalla resulta también sospechoso.
Desde el punto de vista formal el Perú era liberado y la perdedora era España. Desafortunadamente, en la verdad de los hechos, el país perdedor fue Perú, el cual, lejos de ser liberado, se convirtió en un país ocupado por tropas de la Gran Colombia. Bolívar se hizo proclamar por la fuerza dictador vitalicio del Perú con la potestad de elegir su sucesor (un monarca absoluto para fines prácticos), es decir empezaba una tiranía tan igual o incluso peor que la española. Muchos cargos públicos fueron vedados a los peruanos ya que Bolívar los veía con desconfianza. Por el lado económico la situación fue mucho más infame, las compensaciones y botines a las tropas de los Ejércitos “Libertadores” fueron extraídos del Perú, que ya estaba en la inopia. Como colofón del desastre, Sucre luego de vencer a la resistencia realista en el Alto Perú, en lugar de reintegrar dicho territorio al Estado peruano, crea un nuevo país que bautiza con el adulador nombre de Republica de Bolívar o Bolivia, quedando el Perú además de desolado reducido a una fracción de su territorio.
Así, desde los escombros, el Perú comenzó a reconstruirse y logró independizarse de la dictadura de Bolívar un 26 de enero de 1827, el cual sería el verdadero día de la Independencia peruana. Una vez liberados, como era de esperarse, Bolívar (dictador vitalicio de la Gran Colombia) declaró la guerra al Perú, siendo una de sus justificaciones el arrogarse como suyas Jaén y Maynas; que el Perú haya logrado conservar la posesión de esos territorios podría considerarse como una suerte de triunfo.
La verdad, no resulta agradable, muchos preferirían creer la fábula que cuenta de tropas libertadoras a las cuales debemos de estar agradecidos, y que gracias al esfuerzo conjunto pudimos vencer y expulsar a los españoles que nos oprimían a los peruanos. Esa ficción tiene la ventaja de ofrecer una imagen de unidad entre los países sudamericanos, así, hay muchos que al hablar de unidad invocan el nombre de Bolívar: aquel quien fraccionó el territorio peruano.
Tengo el sueño de que, más temprano que tarde, Latinoamérica logre la unidad y así se alcance una región más armoniosa. Me indigna que nuestra historia esté plagada de guerras entre pueblos vecinos, para colmo culturalmente tan similares, y que en el presente en lugar de destinar más recursos a luchar contra la pobreza de nuestros países los dirijamos a gastos militares en previsión de guerras fronterizas. Imagínense como sería Latinoamérica si en lugar de estar perpetuamente enfrentados nuestros pueblos hubiesen estado unidos. Por ello propongo que enrumbemos esfuerzos hacia la integración de Latinoamérica, lo cual es fundamental hacerlo desde bases solidas y por lo tanto, es preciso conocer la verdad de la historia.
[1] Repuesto en el trono Fernando VII, preparó en 1819 una expedición para apoyar la causa realista en América con aproximadamente 22,000 hombres, dicho ejército nunca llega a partir, se sublevó en Cádiz al mando del general Riego y depuso el régimen absolutista, convirtiéndose España, durante el llamado trienio liberal, en una monarquía constitucional. No obstante Fernando VII secretamente pidió ayuda a los franceses, quienes envían a los Cien mil hijos de San Luis (60,000 hombres) los cuales en 1823 restauraron el absolutismo.
[2] Castilla se enroló en 1812 en el ejercito realista, participó en la reincorporación de Chile al control realista; pero es tomado prisionero por los separatistas chilenos en la Batalla de Chacabuco, quienes lo deportan a Buenos Aires, desde donde se escapa y regresa a Perú atravesando la selva brasilera, se reintegra por un tiempo al ejército realista, para luego pasarse al bando opositor. En la Batalla de Ayacucho es herido y llevado al hospital, donde encontrose con su hermano Leandro quien luchaba en el bando realista y resultó herido también.
[3] La Mar peleó valientemente en el ejército realista hasta el 18 de Septiembre de 1821, fecha en que se rinde debido a que carecía de alimentos y armas, lo cual le impedía seguir resistiendo en El Callao. San Martín quien tenía buena referencia de él, lo integró es su ejército como general de división.
[4] Según las cifras oficiales murieron 370 separatistas y 1800 realistas, mientras el número de heridos fue muy similar 609 y 700 respectivamente.
Desde luego, el tema es demasiado vasto y complejo para tan exiguo espacio, por lo que nos contentaremos con esbozar las preguntas fundamentales y quizá ensayar alguna respuesta. Empezamos con la inevitable pregunta: ¿por qué ocurrió la crisis?, luego, ¿puede evitarse en el futuro? Y, por último, ¿cómo superarla?
Sobre las causa del estallido de la crisis, los factores desencadenantes son ya ampliamente conocidos: fueron los créditos hipotecarios carentes de garantías apropiadas que se generaron en el mercado hipotecario estadounidense, pero ¿quiénes son los culpables? Si mucho antes del colapso bursátil del 9 de agosto de 2007 ya era sabido que el sector hipotecario hacía agua, ¿por qué las innumerables empresas afectadas no pusieron antes sus fondos bajo mayor resguardo? ¿Por qué los entes reguladores y los gobiernos, en lugar de actuar tan tardíamente mediante rescates financieros costosísimos y de resultados tan precarios, no procedieron antes? Podríamos responder que la culpa recae en los agentes financieros, a quienes, mientras podían obtener ganancia, no les importaba que todo el sistema hipotecario se carcomiese. Sin embargo, esa explicación es tan solo parcial, ya que no podemos comprender porqué dichos agentes pasaron de la codicia a la temeridad (siguieron con sus operaciones financieras e hipotecarias, a pesar del peligro en ciernes) y, de esta, a la ineptitud (algunos, incluso, persistieron en operaciones absurdas cuando la crisis ya había estallado).
Con relación a si crisis similares pueden evitarse en el futuro, la respuesta es casi un sí. Es decir, mientras por un lado tenemos a los pesimistas que al igual que Thomas Carlyle piensan «que la economía es una ciencia sombría y el futuro está plagado de crisis severas»; nosotros creemos que, a pesar de las características intrínsecas del ciclo económico, el cual genera momentos de auge y de caída, dichas fluctuaciones económicas pueden ser disminuidas y tal vez hasta contenidas. Todos recordamos las crisis; sin embargo, por el contrario, no podemos decir a ciencia cierta cuándo estas fueron salvadas. Y la respuesta no es un sí completo porque tenemos ejemplos, como la crisis presente, donde, pese a saber con anticipación su advenimiento, cegados quizá por los célebres animal spirits, de los cuales hablaba Keynes, ignoramos torpemente el peligro.
Y, por último, sobre cómo superar la crisis… Así como la especulación desplazó ingentes fondos desde proyectos rentables al ruinoso mercado hipotecario norteamericano, ahora, aunque en crisis, dicha falencia se habría corregido. Los hombres de negocios, en general, tendrán (al menos en el corto plazo) un poco más de prudencia al momento de realizar sus inversiones. Muchos empresarios peruanos, en particular, luego de percibir lo vulnerable que es dedicarse a la exportación de materias primas, aumentarán la sofisticación de sus productos, diversificarán sus mercados e incluso incrementarán sus intereses en el mercado interno. Por su parte, el Estado, consciente de las severas inestabilidades que provoca el descontento social, ahondará esfuerzos en sus políticas de desarrollo de infraestructura, educación y lucha contra la pobreza. Naturalmente, lo descrito en este párrafo es excesivamente optimista; pero ¿acaso no es factible?
Resulta interesante examinar la evolución de las actitudes respecto de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Perú y los Estados Unidos. Podemos dividir dicha evolución en tres fases fundamentales: la primera, al empezar las negociaciones, en donde la mayoría de los líderes políticos de ambos países se mostraron favorables a la firma; aunque no se había logrado el consenso, dicho tratado fue suscrito. En una segunda fase, quizá merced a una intensa campaña mediática, la idea de un TLC no solo fue percibida como algo favorable sino como algo que brindaría inconmensurables beneficios. Y, una última fase, la actual: en un contexto económico sombrío signado por la crisis estadounidense, cuyos efectos ya están afectando negativamente y en gran cuantía al orbe, el optimismo anterior podría abandonarse y las simpatías hacia este TLC revertirse.
Hasta hace unos años, tanto para el Perú como para sus principales socios comerciales, las variables macroeconómicas lucían regularmente propicias en general, y especialmente favorables para el Perú en particular. Sin embargo, en el actual contexto tan desalentador, nuestro país no podría ser una excepción, una isla de crecimiento económico y prosperidad. Desde luego, existen una serie de variables favorables como una relativamente baja inflación (menor que el promedio de América Latina) y un crecimiento continuo de las exportaciones, pero por ser una economía pequeña, la contracción de la demanda internacional nos afectaría seriamente. Aunque la evolución del PBI durante el año 2008 siguió una tendencia de crecimiento económico alta –el crecimiento anual de la producción fue de 9,84% con relación al año 2007 y representa la tasa más alta en los últimos 14 años, según el INEI–. Ya se vislumbra una caída, de una magnitud relativamente pequeña, por los rezagos en la transmisión de la crisis; como pronostica el World Economic Outlook último: “No hay indicios de recuperación y cuando ésta ocurra es muy probable que sea muy lenta”.
Extrapolando lo acontecido tras crisis mundiales anteriores, se espera que los países industrializados se vuelvan más proteccionistas, por lo que podría pensarse que el TLC resulta muy oportuno: aseguraría acceso a mercados que podrían empezar a cerrar sus puertas a las exportaciones de países que no tuvieron el ‘acierto’ de firmar un TLC; podría especularse que Obama, quien se ha manifestado en contra de los TLC firmados por los Estados Unidos con Colombia y Centroamérica, pensase en una renegociación con el Perú (véase el artículo de Quiliconi en la presente edición). Asimismo, al sufrir los Estados Unidos los vapuleos de la recesión, la demanda de exportaciones disminuiría significativamente. Por ese motivo, no son pocos los políticos y analistas que ante la retracción de la demanda estadounidense están a favor de firmar un TLC con cualquier país que se pueda, para así compensar la pérdida. Quizá por ello algunos observan con anhelo un TLC con China, esperando que esta, que ha venido creciendo a tasas muy altas, ocupe el lugar de los Estados Unidos, reemplazándolo tanto en el liderazgo como en la cuantía de la demanda mundial. Sin embargo, se olvidan de que China es una economía tan vulnerable a la crisis como todas las demás, en especial porque su estructura exportadora depende mucho de la demanda estadounidense.
Finalmente, en lugar de culminar el texto con conclusiones, nos despedimos con las preguntas: ¿Tiene sentido discutir los beneficios o los perjuicios de un TLC ya firmado y vigente? ¿Es el TLC un hecho irreversible?
Punto de Equilibrio, Lima Marzo de 2009
Escribe: U. Nikolai Alva
Escribe: U. Nikolai Alva
Escribe: U. Nikolai Alva
Escribe: Sebastián Ducas
Toynbee, uno de nuestros historiadores predilectos decía que el estudio de la historia implicaba fundamentalmente un ejercicio de ficción, que ésta en lugar de alejarnos de la realidad nos permitiría acercarnos más a ella, así, la percepción de la realidad desde un marco básico es tan solo un conjunto de sensaciones, y es gracias a la interpretación –a la ficción- que podemos transmutar ese masa informe de sensaciones en ideas. Quizás sea por ello que preferimos al fantásticamente fantasioso Herodoto sobre el preciso y denso Tucídides, Los Nueve Libros De Historia del primero, plagados de seres mágicos, oráculos, hormigas gigantes, etc... nos ayudan a comprender el mundo heleno del siglo IV A.C. mucho más que la pormenorizada Historia de la Guerra del Peloponeso del segundo.
Ir À la recherche du temps perdu, no solo en el caso de Proust, sino en el de cualquier persona que quisiese explorar en sus recuerdos, será un viaje no secuencial donde las diferentes impresiones tampoco desfilarán de acuerdo a su importancia, su aparición estará condicionada muchas veces a los estímulos externos del momento, comer magdalenas, aunque no seamos Proust, nos podría hacer evocar Combray y el camino de Swan.
Por ello viene a nuestra mente Hasan al-Sabbah, más conocido como “el viejo de la montaña”, líder religioso del siglo XI, de quién se decía que poseía las llaves del paraíso, él gracias a sus cualidades místicas y con un poco de ayuda de alguna sustancia psicoactiva, mostraba a sus fieles el “reino de los cielos” a tal punto llegaba su persuasión que sus seguidores no dudaban en desobedecer sus órdenes aunque esto implicara la muerte de los mismos.
¿Y a qué viene todo esto? Se debe a que la prensa, desde sus diversas formas, tiene un inmenso poder. Muchas guerras se han desencadenado por intereses económicos, pero han sido los medios de comunicación los que han convencido a los soldados que combatían por fines nobles como el amor a la patria. Muchos regímenes autocráticos han hecho uso de la prensa para aparentar legitimidad. Y quizás con mayor frecuencia, muchos conglomerados económicos se han servido de los medios de comunicación para apoyar sus intereses, ya sea mediante información favorable o desprestigiando a quienes obstaculizarían sus planes. Por todos esos motivos el poder de los medios de comunicación, en especial los ligados al periodismo económico –y no daremos nombres para evitar demandas- solo podría ser comparado por su cuantía al poder del “el viejo de la montaña”.
U. Nikolai Alva
Editor - Revista: “Punto de Equilibrio”
Los últimos eventos de la coyuntura económica nos obligan a retomar un tema, hasta hace poco, olvidado: la inflación, sobre lo cual se ha dicho mucho, mas sobre sus causas se sabe poco. Para quienes recordamos la década de los años 1980, solo escuchar aquella aciaga palabra nos causa espanto. Consecuencia de ello es que aún existe una preferencia poco lógica a ahorrar en dólares: en aquellos tiempos infaustos era la única forma en que podían salvarse los escasos ahorros. Sin embargo, pasados los años, la inflación pasó al baúl de los recuerdos, hasta ahora, que suele hablarse del retorno del “fantasma de la inflación”. Si bien la inflación está mostrándose por encima de lo previsto, se estaría exagerando el problema, quizá debido a que en nuestro inconsciente colectivo la conjunción de inflación y gobierno de García, resucita oscuros terrores.
Sobre las causas del aumento de la inflación peruana, aunque el incremento de la demanda interna fue una, la principal ha sido la inflación internacional: aumentos espectaculares en los precios de las materias primas, entre ellos del petróleo, y de los alimentos, como el trigo, el maíz y la soya. Precios que, por una demanda creciente (expansión de consumo en China e India) y una oferta decreciente (reemplazo de áreas de pan llevar para la fabricación de biocombustibles), se mantendrán altos los próximos tiempos. Asimismo, si comparásemos la inflación peruana durante el año 2007, de 3,9%, con la de otros países de la región (además de que en la mayoría de ellos las tasas de inflación fueron mayores a las metas previstas), la peruana fue de las más bajas; por ejemplo, en Chile fue de 8,1% y en Colombia, de 6,4%.
Es verdad, la inflación del último mes ha sido un tanto alta: 1,04%; pero similar a la del año 2004 (donde nadie hablaba de rebrote inflacionario), lejos del 163% del año 1985 (inicio del gobierno de García) y más lejos aún de su cenit: 7.482% en1990 (fin del primer gobierno de García). Como se esperaría y como investigaciones de valía lo han demostrado, la inflación ha afectado más a pobres que a ricos. Precisamente, este es el tema en el cual queremos hacer hincapié. Dado el inmenso crecimiento del producto (9% en 2007), la inflación no sería un problema si, gracias a la expansión, hubiese habido una disminución –sino equitativa, al menos importante– de los niveles de pobreza. Sin embargo, de
Son también problemas: que la educación pública en el Perú sea de las peores –por no decir la peor– de América Latina, que 7 millones de personas no tengan conexión al agua potable y paguen sobrecostos que bordean los 250 millones de dólares al año (véase Asociación para el Fomento de
¿Por qué, pese al enorme aumento del producto, la riqueza se distribuye de modo tan inequitativo? ¿Es correcto persistir en el modelo económico primario exportador?
De manera esquemática, el modelo económico peruano se caracteriza por tener una estructura primario-exportadora. En este sistema se privilegia al crecimiento económico sobre la distribución de la riqueza y a la empresa privada sobre la participación del Estado. Se dan todos los incentivos posibles al capital, ya que con mayor capital, mayor inversión; con mayor inversión, más crecimiento; y, con ello, menos pobreza. Así, en una economía industrial, mayor crecimiento significaría mayores puestos de trabajo, esto más riqueza de las familias ello provocaría mayor consumo y esto, a su vez, a mayor inversión, expandiéndose dicho circulo virtuoso. Sin embargo, en una economía primario exportadora, una mayor inversión no necesariamente activa esta dinámica positiva, más bien, generalmente, provoca todo lo contrario, ya que las ganancias no se reinvierten fuera del sector exportador de boom (el que por lo general opera como enclave) y no hay un aumento considerable del empleo, dado que este sector se concentra geográficamente en lugares circunscritos y su estructura productiva genera una demanda de trabajo mínima (por ejemplo, solo el 2% de la población económicamente activa es absorbida por la minería).
Responder tan complejas preguntas en un espacio tan breve –como acabamos de hacerlo– es temerario e irresponsable, pero sería imperdonable no reflexionar en ello. El boom de riqueza nos permite optar por un modelo económico más solidario, que promueva el desarrollo económico. Ojalá que no desaprovechemos esta oportunidad.
Sobre la inflación y la coyuntura económica peruana
Por: U. Nikolai Alva y Edika Quispe Torreblanca
Actualmente la demanda interna ha venido creciendo a una tasa de 11%, y el PBI a una tasa de 9%, ¿quizás la economía ya esté muy “sobrecalentada”?
Veamos, para el presente año nuestra proyección de crecimiento del PBI es de 7,5%, tasa cercana a nuestra estimación de crecimiento del PBI potencial de 7-7.5%. Por lo tanto, nuestro escenario de políticas macroeconómicas es uno de un “aterrizaje suave” a un ritmo actividad alto pero más sostenible. Naturalmente, este escenario contiene un activismo preventivo en la política monetaria y fiscal, que servirá para moderar -y no para revertir-el optimismo de consumidores e inversionistas. No me parece una situación de una economía “muy sobrecalentada”, de hecho no vemos incrementos salariales generalizados o “estrecheces” en los mercados de capitales o de divisas. Sin embargo, el logro de un crecimiento alto y sostenido no es sólo un tema vinculado a las políticas del lado de la demanda agregada, porque hay problemas importantes que enfrentar en el lado de la oferta, donde es necesario desarrollar reformas estructurales para mejorar el ambiente de negocios.
Algunos analistas han criticado la emisión primaria realizada por el BCRP como una de las causantes de una mayor inflación, ¿qué opina sobre ello?
Para llegar a una conclusión de este tipo, deberíamos contar con evidencia que muestre que el crecimiento de los billetes y monedas explica de manera sistemática al comportamiento de la inflación. Sin embargo, la evidencia en nuestro país y en la mayor parte del mundo es que esta relación entre oferta monetaria y la inflación se ha ido perdiendo, sobretodo en un mundo con tasas de inflación más bajas y con innovaciones financieras constantes. En otras palabras, las fluctuaciones menos predecibles de la demanda por dinero, terminaron con las metas monetarias en todo el mundo. En el 2002, el BCRP dejó las metas de crecimiento de la emisión primaria porque no servían para controlar la inflación. Por ello, los Banco Centrales, ante la poca predectibilidad de la demanda por dinero han optado por manejar una tasa de interés de referencia para el resto de tasas de interés y con ello afectar a la actividad económica y a la inflación. Es interesante como ha quedado grabada la figura de “la maquinita” que Don Pedro Beltrán para ilustrar la expansión de los créditos del Banco Central al Tesoro Público, lo cual está prohibido por
El crecimiento de la emisión primaria recientemente en nuestro país se asocia justamente a movimientos en la demanda por dinero, sobretodo por la desdolarización de la liquidez del sector privado. Hoy el grado de dolarización es de 40% frente a 51% en el 2006. Este cambio en la composición de la liquidez no tiene consecuencias en la expansión del gasto ni en la inflación.
Por otro lado, la reciente elevación de los precios de bienes y servicios se ha concentrado en la agrupación de alimentos y bebidas, que ha subido en 9.2% en los últimos doce meses que terminan en abril, mientras que el resto de bienes y servicios han aumentado 2.2%, tasa cercana a la meta de inflación del Banco Central (2% con una tolerancia de 1 punto hacia arriba y hacia abajo). Los alimentos han subido por efecto de aumentos sustanciales del trigo, maíz, aceite de soya en los mercados internaciones. Ante este tipo de shocks en la oferta de bienes, no tiene sentido activar una política monetaria contractiva que reduzca los precios de los productos distintos de los alimentos.
Desde julio de 2007, el Banco Central ha venido ajustando la posición de su política monetaria con el incremento de la tasa de interés de referencia de 4.5% a 5.5% y la elevación de las tasas de encajes a las obligaciones en moneda nacional y en moneda extranjera de las entidades financieras nacionales. Estas medidas provocan alzas en las tasas de interés en el mercado financiero y transmiten de esta forma la necesidad de moderación en el gasto. La principal motivación del Banco en la adopción de estos ajustes es contener las expectativas de inflación.
Sobre las meta de inflación, ¿no habría sido un excesivo optimismo el haberla reducido?
La idea de una meta es anclar las expectativas de inflación en el nivel meta y mantener el compromiso del Banco Central de mantener la inflación la mayor parte del tiempo alrededor de esa meta. Se optó el ajuste del centro de la meta de inflación de 2.5% a 2% porque es la tasa de inflación predominante entre las economías desarrolladas con las que tenemos la mayor parte de nuestro comercio exterior, con lo cual al mantener tasas de inflación similares en períodos largos estamos manteniendo en promedio la paridad de compra del Nuevo Sol.
La idea es trabajar para alcanzar la meta de 2% y no mover la meta hacia la inflación actual, debiéndose remarcar que un esquema de metas de inflación la política monetaria busca que la inflación se ubique la mayor parte del tiempo en el rango meta y que cuando se presenten factores que saquen a la inflación de la meta se ejecute una estrategia para regresar a la meta. Es por ello un error hablar de una evaluación del cumplimiento de la meta de inflación sólo al finalizar el año.
Se ha hablado mucho sobre las intervenciones del Banco central en el mercado cambiario, ¿cuáles son los objetivos de dichas intervenciones?
El Banco no defiende un nivel de tipo de cambio, ni tiene una meta cambiaria, ni se propone influir en la tendencia. Lo que hace el BCRP es moderar las fluctuaciones, excesivas porque se estima que un alza pronunciada del tipo de cambio tendría un impacto importante en la estabilidad financiera debido al todavía alto grado de dolarización de las deudas de las empresas. Por ello nuestro régimen cambiario sigue siendo de flotación con intervención cambiaria, el FMI lo califica de “managed float”. Al no existir ningún compromiso con el tipo de cambio se puede conducir la política monetaria en un entorno de libre movilidad de capitales.
Desde el 2007 la intervención cambiaria se ha caracterizado por montos mayores (US$ 10 mil millones en el 2007 y US$ 8 mil millones en lo que va del 2008), reflejando los flujos de divisas por el alza de precios de exportación, el crecimiento de la inversión extranjera, la desdolarización de depósitos y, más recientemente, los influjos de capitales de corto plazo. Las compras de dólares permiten acumular reservas internacionales que servirán de resguardo para el momento en que una o varias de estas condiciones favorables se reviertan.
Una de las consecuencias de la crisis de las hipotecas subprime y de la debilidad del dólar es que han desaparecido opciones de inversión para los inversionistas institucionales, lo cual ha terminado este año en un redireccionamiento de fondos hacia inversiones de corto plazo en monedas y en commodities. A comienzos de este año empezamos a registrar estos flujos en nuestro país, orientándose primero a certificados del BCRP, que adquirían a bancos locales (unos S/. 4 mil millones principalmente enero) y luego en depósitos bancarios, principalmente a la vista (otros S/. 4 mil millones principalmente entre marzo y abril o casi 10% de los depósitos bancarios). La magnitud de estos influjos han creado bolsones de liquidez de corto plazo que dificultan la gestión de la política monetaria y crean una vulnerabilidad al sistema financiero por lo cual el Banco Central no les da acceso a que inviertan a sus certificados y además les ha colocado un requisito de encaje de 120% si entran como depósitos.
Asimismo, hay países con mayor tasa de interés que la peruana, y no están siendo inundados por capitales de corto plazo, la causa de estos movimientos de capitales especulativos hacia el Perú más que al diferencial de tasa de interés se debería a las expectativas de apreciación del sol, muchos de esto fondos han venido a cero tasa de interés.
En ese sentido, ¿qué opina de la reciente colocación de bonos hecha por el Ministerio de Economía y Finanzas MEF?, ¿habría un conflicto entre las políticas del BCRP y las del MEF?
El MEF tiene desde el 2001 un exitoso programa de emisiones de bonos en moneda nacional que hoy llega a plazos de hasta 30 años. Este programa contribuye a la reducción de la deuda pública en moneda extranjera y promueve el desarrollo del mercado de capitales locales. El BCRP conoce de estas emisiones, por ejemplo por medio del Comité de Caja del Tesoro que se reúne a inicios de mes. En el caso concreto de la última colocación, no existe ninguna contradicción con las acciones del Banco porque no sólo la conocíamos, sino además porque se trataba de una colocación de largo plazo que no es atractiva para el inversionista que quiere una ventaja de corto plazo.
Asimismo, el MEF ha logrado ajustar la política fiscal durante su ejecución, de manera que al final el superávit fiscal terminó siendo mayor al esperado como fue el caso del 2007 cuando registramos un superávit de 3% del PBI, lo cual podría repetirse este año.
Actualmente hay una sensación de malestar respecto a la inflación, ¿no habría un problema de mejor difusión por parte del BCRP sobre su rol y sobre las metas de inflación?
El incremento de los precios de los alimentos está creando un descontento no sólo en nuestro país. La prensa nos trae información de los incidentes públicos que está causando la disparada del precio del arroz en Asia y el de otros precios de alimentos en distintos países. A ello se suma el incremento de los costos de transporte por los mayores precios de los combustibles. Por ello, es entendible el descontento. Sin embargo, es importante reconocer el origen internacional de este problema para evitar soluciones “mágicas” como los controles de precios que terminan ahondando el problema con el desabastecimiento y las colas. En contraste, un esquema que ha venido funcionando eficazmente ha sido el del fondo de estabilización de precios de los combustibles.
La contribución del Banco Central es sostener su compromiso de retornar a una situación en el que la inflación esté alrededor de 2% (entre 1% y 3%). El Banco ha informado que la inflación estaría fuera de su meta por factores que escapan a su control y que retornará a la meta paulatinamente desde mayo, cerrando este año por encima del límite superior y acercándose al 2% a mediados del 2009.
Finalmente ¿Cuál sería su opinión? Sobre los siguientes comentarios -que suelen ser muy frecuentes en la actualidad: “Regresó el fantasma de la inflación”, “La apreciación del sol causa pérdidas millonarias en las exportaciones por lo cual el BCRP debería intervenir para revertirla”
Sobre el primer punto, hemos sido testigos de la gran intolerancia de los peruanos a inflación, lo cual es muy positivo para la posibilidad de mantener una moneda sólida. En cuanto al supuesto “fantasma de la inflación”, debemos recordar que la inflación es un proceso continuo y generalizado de alzas de precios de los bienes y servicios, cuando lo que venimos observando alzas transitorias (no continuas) de algunos componentes de la canasta del consumidor (alzas no generalizadas).
Y sobre lo segundo, si se enfrenta un riesgo, es decir la probabilidad de un evento negativo, debemos buscar una forma de mitigación o de eliminación del riesgo. Si el evento negativo para los resultados de la empresa es una caída del tipo de cambio, existen las operaciones de venta forward que pueden proteger a la empresa. En todo caso la competitividad es un asunto complejo en dónde el tipo de cambio es una parte de ella.